domingo, 18 de febrero de 2018

II PREGÓN DE EXALTACIÓN MISIONERA...


PRESENTADOS EL CARTEL "DIVINO MAESTRO" Y EL BOLETÍN "DISCITE A ME" DE LA PRESENTE CUARESMA


Tal y como estaba previsto, el pasado viernes, día 16 de Febrero, a las 20,30 horas, Ier. Viernes de Cuaresma; fueron presentados el Cartel y el Boletín de nuestra Hermandad de éste año 2018.
En un Salón de Actos, lleno de público, tuvo lugar tan emotivo acontecimiento; principiando, el mismo, con unas cariñosas y entrañables palabras de bienvenida del Hermano Mayor, D. Eduardo de Miguel, que a su vez, presentó a la que, a la postre, sería la Presentadora oficial del Cartel anunciador de nuestra Hermandad para la presente Cuaresma de 2018, Dña. Silvia María García León, basado en una fotografía de D. Miguel Castillo Castro. Nuestra Hermana, con extraordinaria serenidad y dulzura, realizó una magnífica presentación, haciendo inicialmente una breve síntesis de la génesis de nuestra Hermandad de la que ella, junto a otros pocos profesores del Colegio Divino Maestro, sintieron el firme convencimiento de constituir lo que hoy, es una auténtica y verdadera realidad. Seguidamente, expuso las características y simbolismos propios del Cartel en sí; para, finalmente, concluir con el mensaje evangélico cristiano y cofrade que el mismo, en particular y nuestra Hermandad, en general, pretende y debe transmitir fielmente a nuestra sociedad giennense.

   
A continuación, de parte de nuestra Vocalía de Comunicación, encabezada por NHC, D. Juan José Armijo Montesinos, tuvo lugar la presentación de un nuevo ejemplar del Boletín "Discite a Me"; desgranando brevemente el contenido del mismo y cuya extraordinaria portada, ha sido realizada en base a una preciosa fotografía del afamado fotógrafo local, D. Eugenio González Muriel. Desde este apartado de nuestro blog, destacar y agradecer su aportación a los colaboradores literarios y gráficos; así como, a todas y cada una de las firmas comerciales que han querido colaborar desinteresadamente con nosotros en su financiación y que, sin los cuales, no hubiese sido posible. ¡Gracias por su confianza y generosidad!

Finalmente y como broche de oro de tan emotivo Acto, ocupó el escenario de nuestro Salón, la Banda de Cornetas y Tambores del Stmo. Cristo de la Expiración para deleitar a todos los presentes con algunas de las mejores marchas de su extenso y exquisito repertorio; pero en especial y en exclusiva, la interpretación de la marcha dedicada amablemente a nuestro Titular, titulada "Jesús, Divino Maestro" y cuyos compositores, D. Cristóbal López Gándara y D. José Luís Hernández Linares, estuvieron presentes en el escenario. Grandes aplausos se escucharon tras la esperada interpretación y mejores las críticas y comentarios posteriores y que ya, la mayoría de los allí presentes, soñaban con dichos sones, por algunos de los privilegiados rincones por los que, DM, nuestro paso de Misterio, se paseará el próximo Martes Santo.
Al concluir su intervención, los compositores, tuvieron el bonito y elegante detalle de regalar las partituras de la misma a nuestro Hermano Mayor; así como, éste, de igual forma, hizo entrega a dicha formación musical, de un cuadro con nuestro Titular, en señal de recuerdo y agradecimiento por tan bonito y generoso gesto.

Desde este apartado de nuestro Blog, tan solo desear a nuestros cofrades, simpatizantes y seguidores que, ambas publicaciones, sean de su agrado; agradeciendo a la Vocalía de Comunicación, en particular y a la Junta de Gobierno, en general, el esfuerzo y la generosidad a la hora de sacar adelante, un año más, tan importantes medios de difusión y divulgación cofrade. ¡Enhorabuena!
D. Juan J. Armijo y Dña. Silvia García

D. Eugenio Glez., D. Juan J. Armijo y D. Miguel Castillo
 

  

martes, 13 de febrero de 2018

MENSAJE PARA LA CUARESMA DEL PAPA FRANCISCO

 
Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2018

Publicamos a continuación el texto del Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma  2018 cuyo tema es : «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12).

Mensaje del Santo Padre
«Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (Mt 24,12)

Queridos hermanos y hermanas:
            Una vez más nos sale al encuentro la Pascua del Señor. Para prepararnos a recibirla, la Providencia de Dios nos ofrece cada año la Cuaresma, «signo sacramental de nuestra conversión»,[1] que anuncia y realiza la posibilidad de volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida.
            Como todos los años, con este mensaje deseo ayudar a toda la Iglesia a vivir con gozo y con verdad este tiempo de gracia; y lo hago inspirándome en una expresión de Jesús en el Evangelio de Mateo: «Al crecer la maldad, se enfriará el amor en la mayoría» (24,12).
            Esta frase se encuentra en el discurso que habla del fin de los tiempos y que está ambientado en Jerusalén, en el Monte de los Olivos, precisamente allí donde tendrá comienzo la pasión del Señor. Jesús, respondiendo a una pregunta de sus discípulos, anuncia una gran tribulación y describe la situación en la que podría encontrarse la comunidad de los fieles: frente a acontecimientos dolorosos, algunos falsos profetas engañarán a mucha gente hasta amenazar con apagar la caridad en los corazones, que es el centro de todo el Evangelio.

Los falsos profetas
            Escuchemos este pasaje y preguntémonos: ¿qué formas asumen los falsos profetas?
            Son como «encantadores de serpientes», o sea, se aprovechan de las emociones humanas para esclavizar a las personas y llevarlas adonde ellos quieren. Cuántos hijos de Dios se dejan fascinar por las lisonjas de un placer momentáneo, al que se le confunde con la felicidad. Cuántos hombres y mujeres viven como encantados por la ilusión del dinero, que los hace en realidad esclavos del lucro o de intereses mezquinos. Cuántos viven pensando que se bastan a sí mismos y caen presa de la soledad.
            Otros falsos profetas son esos «charlatanes» que ofrecen soluciones sencillas e inmediatas para los sufrimientos, remedios que sin embargo resultan ser completamente inútiles: cuántos son los jóvenes a los que se les ofrece el falso remedio de la droga, de unas relaciones de «usar y tirar», de ganancias fáciles pero deshonestas. Cuántos se dejan cautivar por una vida completamente virtual, en que las relaciones parecen más sencillas y rápidas pero que después resultan dramáticamente sin sentido. Estos estafadores no sólo ofrecen cosas sin valor sino que quitan lo más valioso, como la dignidad, la libertad y la capacidad de amar. Es el engaño de la vanidad, que nos lleva a pavonearnos… haciéndonos caer en el ridículo; y el ridículo no tiene vuelta atrás. No es una sorpresa: desde siempre el demonio, que es «mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,44), presenta el mal como bien y lo falso como verdadero, para confundir el corazón del hombre. Cada uno de nosotros, por tanto, está llamado a discernir y a examinar en su corazón si se siente amenazado por las mentiras de estos falsos profetas. Tenemos que aprender a no quedarnos en un nivel inmediato, superficial, sino a reconocer qué cosas son las que dejan en nuestro interior una huella buena y más duradera, porque vienen de Dios y ciertamente sirven para nuestro bien.

Un corazón frío
            Dante Alighieri, en su descripción del infierno, se imagina al diablo sentado en un trono de hielo;[2] su morada es el hielo del amor extinguido. Preguntémonos entonces: ¿cómo se enfría en nosotros la caridad? ¿Cuáles son las señales que nos indican que el amor corre el riesgo de apagarse en nosotros?
            Lo que apaga la caridad es ante todo la avidez por el dinero, «raíz de todos los males» (1 Tm 6,10); a esta le sigue el rechazo de Dios y, por tanto, el no querer buscar consuelo en él, prefiriendo quedarnos con nuestra desolación antes que sentirnos confortados por su Palabra y sus Sacramentos.[3] Todo esto se transforma en violencia que se dirige contra aquellos que consideramos una amenaza para nuestras «certezas»: el niño por nacer, el anciano enfermo, el huésped de paso, el extranjero, así como el prójimo que no corresponde a nuestras expectativas.
            También la creación es un testigo silencioso de este enfriamiento de la caridad: la tierra está envenenada a causa de los desechos arrojados por negligencia e interés; los mares, también contaminados, tienen que recubrir por desgracia los restos de tantos náufragos de las migraciones forzadas; los cielos —que en el designio de Dios cantan su gloria— se ven surcados por máquinas que hacen llover instrumentos de muerte.
            El amor se enfría también en nuestras comunidades: en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium traté de describir las señales más evidentes de esta falta de amor. estas son: la acedia egoísta, el pesimismo estéril, la tentación de aislarse y de entablar continuas guerras fratricidas, la mentalidad mundana que induce a ocuparse sólo de lo aparente, disminuyendo de este modo el entusiasmo misionero.[4]

¿Qué podemos hacer?
            Si vemos dentro de nosotros y a nuestro alrededor los signos que antes he descrito, la Iglesia, nuestra madre y maestra, además de la medicina a veces amarga de la verdad, nos ofrece en este tiempo de Cuaresma el dulce remedio de la oración, la limosna y el ayuno.
            El hecho de dedicar más tiempo a la oración hace que nuestro corazón descubra las mentiras secretas con las cuales nos engañamos a nosotros mismos,[5] para buscar finalmente el consuelo en Dios. Él es nuestro Padre y desea para nosotros la vida.
            El ejercicio de la limosna nos libera de la avidez y nos ayuda a descubrir que el otro es mi hermano: nunca lo que tengo es sólo mío. Cuánto desearía que la limosna se convirtiera para todos en un auténtico estilo de vida. Al igual que, como cristianos, me gustaría que siguiésemos el ejemplo de los Apóstoles y viésemos en la posibilidad de compartir nuestros bienes con los demás un testimonio concreto de la comunión que vivimos en la Iglesia. A este propósito hago mía la exhortación de san Pablo, cuando invitaba a los corintios a participar en la colecta para la comunidad de Jerusalén: «Os conviene» (2 Co 8,10). Esto vale especialmente en Cuaresma, un tiempo en el que muchos organismos realizan colectas en favor de iglesias y poblaciones que pasan por dificultades. Y cuánto querría que también en nuestras relaciones cotidianas, ante cada hermano que nos pide ayuda, pensáramos que se trata de una llamada de la divina Providencia: cada limosna es una ocasión para participar en la Providencia de Dios hacia sus hijos; y si él hoy se sirve de mí para ayudar a un hermano, ¿no va a proveer también mañana a mis necesidades, él, que no se deja ganar por nadie en generosidad?[6]
            El ayuno, por último, debilita nuestra violencia, nos desarma, y constituye una importante ocasión para crecer. Por una parte, nos permite experimentar lo que sienten aquellos que carecen de lo indispensable y conocen el aguijón del hambre; por otra, expresa la condición de nuestro espíritu, hambriento de bondad y sediento de la vida de Dios. El ayuno nos despierta, nos hace estar más atentos a Dios y al prójimo, inflama nuestra voluntad de obedecer a Dios, que es el único que sacia nuestra hambre.
            Querría que mi voz traspasara las fronteras de la Iglesia Católica, para que llegara a todos ustedes, hombres y mujeres de buena voluntad, dispuestos a escuchar a Dios. Si se sienten afligidos como nosotros, porque en el mundo se extiende la iniquidad, si les preocupa la frialdad que paraliza el corazón y las obras, si ven que se debilita el sentido de una misma humanidad, únanse a nosotros para invocar juntos a Dios, para ayunar juntos y entregar juntos lo que podamos como ayuda para nuestros hermanos.

El fuego de la Pascua
            Invito especialmente a los miembros de la Iglesia a emprender con celo el camino de la Cuaresma, sostenidos por la limosna, el ayuno y la oración. Si en muchos corazones a veces da la impresión de que la caridad se ha apagado, en el corazón de Dios no se apaga. Él siempre nos da una nueva oportunidad para que podamos empezar a amar de nuevo.
            Una ocasión propicia será la iniciativa «24 horas para el Señor», que este año nos invita nuevamente a celebrar el Sacramento de la Reconciliación en un contexto de adoración eucarística. En el 2018 tendrá lugar el viernes 9 y el sábado 10 de marzo, inspirándose en las palabras del Salmo 130,4: «De ti procede el perdón». En cada diócesis, al menos una iglesia permanecerá abierta durante 24 horas seguidas, para permitir la oración de adoración y la confesión sacramental.
            En la noche de Pascua reviviremos el sugestivo rito de encender el cirio pascual: la luz que proviene del «fuego nuevo» poco a poco disipará la oscuridad e iluminará la asamblea litúrgica. «Que la luz de Cristo, resucitado y glorioso, disipe las tinieblas de nuestro corazón y de nuestro espíritu»,[7] para que todos podamos vivir la misma experiencia de los discípulos de Emaús: después de escuchar la Palabra del Señor y de alimentarnos con el Pan eucarístico nuestro corazón volverá a arder de fe, esperanza y caridad.
            Los bendigo de todo corazón y rezo por ustedes. No se olviden de rezar por mí.
Vaticano, 1 de noviembre de 2017   
Solemnidad de Todos los Santos

FRANCISCO