No sé como empezar, mi querida Hermandad. Cómo duele este adios, este viaje tan largo, sin retorno, que hace unos días emprendió nuestro amigo y destacado compañero de Junta de Gobierno, D. Rufino Cevidanes Mena. Tu amistad, dedicación, humildad y entrega fueron tan verdaderas como jamás nadie entenderá.
Yo, como amigo y compañero tuyo, me he sentido extrañamente incapaz de hilvanar acertadas y sinceras palabras que pudiesen mínimamente hacer justicia a tu memoria. Cada vez que lo intentaba, con el corazón en la mano y sintiendo lo que siento, tan solo podía pensar en lo que pueden estar pasando tu maravillosa esposa, Tere; tu preciosa hija, Andrea; tus fantásticos e inseparables hermanos; tus querísimos padres; tus innumerables amigos... y así, es imposible, querido Rufino.
He preferido esperar, Rufo y estoy seguro que lo entiendes y me lo perdonarás. Escribir en caliente nunca es buena idea, demasiado arriesgado, y aún menos, tratándose de tí, de un verdadero y sincero amigo con el que tantos momentos he vivido y disfrutado. Esto de irte sin despedirte, con tanto por vivir y soñar despierto, no es fácil de digerir y menos, en estos momentos tan convulsos donde la sensibilidad y el ánimo están a flor de piel.
Tu amor e implicación para con nuestra querida Hermandad fue tanta que, desde el primer momento, nos comprendiste a todos, haciendo gala del carisma fundacional de nuestra Cofradía, que nos nubló el pensamiento y nos hizo saber que este proyecto era distinto, sincero, auténtico y lleno de fundamento. Fué tal la explosión de generosidad, de aceptación, de entendimiento al mundo cofrade sencillo que enseguida te adueñaste de nuestros corazones hasta el punto de poder decir bien alto que has sido un dignísimo compañero, un magnífico Vocal de Manifestaciones Públicas, cuya responsabilidad te venía como anillo al dedo; comprometido e implicado incondicionalmente en nuestra familia del Divino Maestro en los dos lustros de vida de nuestra Hermandad.
Sabes que no te olvidaremos nunca... sería imposible. Estarás en nuestra memoria siempre. De cada reunión, de cada acto y culto, de cada acontecimiento ordinario o extraordinario, de cada manifestación pública... saldrán detalles, anécdotas e improntas de tu saber estar y compartir que harán florecer los magníficos recuerdos con los que, inevitablemente, aprenderemos a vivir en nuestro día a día. Difícil, pero ten por seguro, que lo vamos a intentar; sabedores que, Jesús Divino Maestro, te ha elegido para tener el privilegio de gozar de su infinita belleza y, desde allí, junto a la Santísima Virgen María... Su Madre...Tú Madre, velar por tu familia, por tu gente del mundo y de la vida; por todos los que, desde el primer instante, hemos rezado para poder encontrar el consuelo espiritual que tanta falta nos hace cuando la razón no alcanza a dirimir lo que siente el corazón.
Solo tú me demostraste que una medalla, un emblema, un escudo, una insignia, no separan jamás una amistad verdadera y el sentimiento de fidelidad que las gentes de buena cuna llevan a gala por la vida con la cabeza bien alta y mirando a los ojos de frente.
Muchas gracias, Rufo, por haber sido como fuiste. Abre tus alas, amigo mío y amigo de todos y regala recuerdos por doquier. Seguro que saldrá nuestra mejor sonrisa como muestra de respeto y homenaje a la gran persona que fuiste. Así lo quieres y así será, porque te conocemos bien. Algún día nos volveremos a ver de nuevo. Llegaste a nosotros para quedarte y así será siempre.
Echaremos de menos tu voz, tu sonrisa, tu optimismo, tú sentido del humor y tu forma de entender la vida. Echaremos de menos todo de tí.
¡Querido amigo, estimado Rufo, estarás en nuestra memoria, siempre!
¡Descansa en Paz y brille para tí la luz perpétua!
Todos y cada uno de tus compañeros y amigos de la Junta de Gobierno de la Hermandad Misionera de Jesús Divino Maestro de Humildad y Entrega y María Santísima del Amor.
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